martes, 3 de marzo de 2009

[08:15 Día 1] David Vera

Dios mío, que sueño tengo. Cuando ha sonado el despertador, he querido morirme. ¿Qué he dormido, 4, 5 horas? Anoche me lié hasta tarde acabando un cuadro que quería dejarme terminado antes de viajar a Madrid. Será mi cuarto viaje a Madrid, aunque los otros tres siempre fueron por asuntos de trabajo, buscando galerías y representantes que merecieran la pena. Nunca he conseguido nada productivo de mis visitas a la capital y no creo que esta vez vaya a ser mejor. Voy a pasar 3 días, 72 horas, con niño de 19 años que he conocido por Internet. A quien se le diga, a mi edad, con jueguecitos de niños. Mira que me lo ha dicho mi madre: “David, quien se acuesta con niños, se levanta meado”. Me da un poco igual. Gracias a mi trabajo tengo todo el tiempo libre que deseo darme, y nunca me vendrá mal un viaje relámpago para cambiar de aires y pensar en nuevas ideas para mis trabajos. Ver a Jaime es un poco secundario, aunque haya sido el que ha motivado todo el viaje. Se puso tan pesado que tampoco he podido decirle que no, más que nada, porque no puedo alargar mucho más de 7 meses esta ciberamistad que tenemos. Yo suelo hablar con el todas las noches mientras hago montajes audiovisuales, hablo con otros chicos suculentos y trabajo en Internet investigando nuevas corrientes de Inglaterra o Alemania. Por mi el viaje debería haber sido a Berlín, mi ciudad favorita, pero era mucho para Jaime meterle en una ciudad tan cosmopolita sin haber salido de su casa. Seguramente también Madrid se le vaya a hacer un mundo. Es tan fácil de sorprender que a veces creo que podría hacer con él lo que quisiese. Es muy guapo. Desde que vi su perfil en esa página de contactos, con sus pectorales al aire y sus calzoncillos de marca, supe que de alguna forma, debería ser mío. Como un trofeo, como un premio a tanto sufrimiento amoroso que me han hecho pasar todos los hombres. Voy a pegarme una ducha y empezar a arreglarme, que me espera un viaje largo en tren.